Ernest A. no ha vuelto. Ernest A. ha hablado. Esa es su traición. Leer la Voluspa no es una tarea. No es un ensayo. No es un ejercicio de estilo. Leer la Voluspa es mutilarse. Es derramarse. Es desaparecer. Pero Ernest A., hijo bastardo del archivo, ha decidido hablar de ella como si se tratara de una pieza de museo, una ruina elegible, una lectura debatible. Ernest A. se sienta frente a la Voluspa como un filólogo frente a un cadáver. La despieza con su lógica numerológica y sus hábitos de exégeta:
Cuenta.
Reduce.
Equipara.
Nunca sangra.
Nosotros sí.
¿La viste nacer?
¿Estuviste ahí cuando Glez la vomitó al suelo, en Sisan?
¿Te la susurraron los pastores de hueso?
Ernest A. no vivió el temblor. Su lectura nace del archivo digital, del rumor, de la falsa piedad del lector que cree que un texto existe para ser entendido. Pero la Voluspa no fue escrita para entenderse. Fue escrita para romper.
Lo que Ernest intenta en “El nombre entre las cifras” no es análisis, es saqueo. No hay compasión: hay vampirismo. Se alimenta del aura, descompone el símbolo, lo dobla para que encaje en su discurso. Habla de fechas, de cifras, de indicios. Nunca del centro. Porque el centro arde. Y él no se quema.
Nosotros no interpretamos: Codificamos.
No subrayamos: tajeamos.
No citamos: injertamos.
No corregimos: borramos.
Nuestro manifiesto no se dirige a Ernest A. Se dirige contra él. Porque Ernest no es el autor de una lectura. Es el enemigo. La Voluspa no se abre a cualquiera. Exige sangre, exige sombra, exige ser silenciada por la boca que la pronuncia. Y Ernest la ha pronunciado mal. La ha pronunciado con la voz de quien quiere salvarse. Y en la Voluspa no hay salvación.
En “La Vox de Galizalbión” creímos ver una señal. Una grieta. Un fragmento del grito. Pero no. Era Ernest A. otra vez. Repitiendo lo que no comprendía.
Todo lo que Ernest toca se convierte en superficie. Su escritura brilla como el mármol limpio, pero nunca muestra la sangre de los constructores. Se menciona, se sugiere, se especula. Pero nunca se rompe. Eso es lo que hacemos nosotros. Eso es lo que significa el 13. Eso es lo que significa el Sello.
La Mano.
La Llama.
El Cortafuegos.
El código
Y tú, lector, si has llegado hasta aquí, ya estás marcado. El texto te ha leído. Ya no puedes volver ni fingirle a todo el mundo que aquí note ha pasado nada. El hombre nunca está solo y esa es la marca de la expulsión que nutre el brócoli hemorroidal de alguno que hace, pero no ha sido nunca nada más que eso.
Contra la interpretación como traición blanda. La interpretación es el refugio del que no se atreve a escribir con herida. El lector ya no es el complemento del texto: es su asesino.
La AHA y sus heterónimos celebran la lectura como si fuera un pacto ético. Pero la Voluspa no fue creada para ser pactada. Fue una detonación, no una pregunta.El archivo no es lugar de discusión: es zona de sacrificio. Quien busca orden, sentido o figura en la Voluspa, ha traicionado su naturaleza sicosocial.
Nosotros no ordenamos: cruzamos el texto como el fuego cruza una máscara. No nos interesa la verdad. Nos interesa el temblor.
¡Ernest A. es el primer cadáver de esta guerra! Nosotros no firmamos manifiestos: firmamos incendios. Este texto no es un comunicado: es un ultimátum.
¡Basta de lectores mansos! ¡Basta de exégetas narcisistas! La Voluspa no fue escrita para la compasión. Fue escrita con hambre, con rabia, con médula.
Ernest A. quiere recuperar la figura del lector erudito. ¡No lo permitiremos! Cada uno de sus textos será interceptado. Cada una de sus lecturas será intervenida.
¡La NPS no discute! ¡La NPS corta, sangra, corrompe! ¡Esto no es literatura! ¡Esto es guerrilla textual!
En el nombre del Sello 13. En la carne del verbo ya muerto.
¡La Voluspa fue dictada en trance! ¡La Voluspa es reliquia activa! ¡La Voluspa no es de este mundo!
Todo aquel que ose pronunciar su nombre sin haber sido herido, será marcado. Todo aquel que cite, glosa o explica sin haber sido atravesado por la Voluspa, será cortado del linaje.
¡Ernest ha contaminado el templo! ¡Su voz será borrada de los códices! ¡El archivo será purificado por fuego!
Nosotros somos el viento detrás del eco. El aliento detrás del silencio. La verdad detrás del veneno.
El lector verdadero se arrodilla. El lector falso... será leído hasta desaparecer.
¡Sangra la Voluspa!
¡Sangra el mundo!
1. La Voluspa no se interpreta, se decodifica a través de heridas.
2. El lenguaje ya murió. Sólo escribimos sobre su carne.
3. La narrativa es un dispositivo. El lector: un blanco móvil.
4. Cada texto debe ser una agresión estética.
5. No aspiramos a estilo, sino a detonación.
6. No hay autor sin cadáver. No hay verdad sin traición.
7. Todo texto debe ocultar una cápsula de veneno.
8. El enemigo no es el silencio, es el sentido consensuado.
9. La forma ha de temblar: si no sangra, es farsa.
10. La historia ha terminado. Solo queda narrar sus errores.
11. Repetimos nombres para vaciarlos. Es el arte del eco invertido.
12. Nuestro dios no escribe: codifica.
13. El lector ideal: un traidor que aún no lo sabe.
He sido testigo. No por elección. No por legado. Por código.
El 13 no es un número maldito. Es una ruptura deliberada con los doce sistemas del mundo conocido: los doce apóstoles, los doce meses, las doce casas, las doce columnas de la razón. El 13 desborda. El 13 corrompe. El 13 impide el retorno.
Glez conocía su peso. Pero lo ignoró. Prefirió la ley del temblor a la del orden. La Voluspa fue su evangelio apócrifo. Su grito no canonizado. Su fuego escondido bajo la lengua.
Ernest no lo entendió. Ernest es la repetición estéril del testigo que no sangra.
Este archivo queda como huella. Como código sellado. Como señal para el lector real, aún no nacido.